Por si no lo recuerdas de tus tiempos del cole, “el Ebro nace en Fontibre, provincia de Santander”. Algunos así lo aprendimos, y así lo recordamos. Efectivamente, Fontibre se sitúa entre la localidad cántabra de Reinosa y el Pico Tres Mares (conocido así porque de sus laderas nacen el Ebro, que desemboca en el Mediterráneo; el Nansa, que finaliza en el Cantábrico; y el Pisuerga, afluente del Duero, que acaba en el Atlántico), y junto a la estación de esquí de Alto Campoo, en una de las laderas de este famoso pico, que es un aliciente más para los aficionados a este deporte de invierno. Una de las peculiaridades del Ebro es la gran dimensión que alcanza en sus primeros kilómetros, con diversidad de paisaje, por una zona no especialmente transitada en la actualidad, pero que fue determinante a lo largo de la historia y donde han quedado vestigios para observar.
Aunque nosotros tomamos como base el maravilloso valle de Valderredible, el más meridional de Cantabria y cruzado por el río Ebro, donde se sitúa el Camping Cantabria (un lugar muy agradable y bien atendido, para pasar unos días -cierra habitualmente entre noviembre y Semana Santa-), comenzamos esta ruta por el principio: Fontibre, a unos escasos 50 kilómetros. Al llegar a Fontibre, junto a un amplio aparcamiento, la oficina de turismo y el Centro de Visitantes del Río Ebro, se abre un pequeño camino que desciende hacia una charca, entre chopos, fresnos y mesas de pícnic. En el centro de la charca, que luego resulta continuar más allá, hay una columna, sobre unas piedras, con una escultura de la Virgen del Pilar, que custodia el sitio. En aquel rincón, mana el agua que da inicio al río más caudaloso de España. Vale la pena continuar la senda que circunda este remanso de agua, hasta una primera presilla, que no nos llevará más de 15 minutos. Por el camino, encontraremos praderas, mesas donde disfrutar de una comida campestre, patos deslizándose por las reposadas aguas, una cascada artificial que se forma en la presilla, e incluso un mural del montañés Menéndez Pelayo que es homenaje al Ebro.
Cerca de Fontibre, y antes de continuar el curso del río, vale la pena la visita a un par de lugares, especialmente si se viaja con peques. Uno de ellos es el Poblado Cántabro, un proyecto arqueológico en el que se muestra, a modo de museo al aire libre, cómo era la vida por aquellas tierras en los tiempos de la Edad de Hierro, con talleres, cursos, actividades y visitas guiadas, y que, además, es un proyecto permanente de investigación. Muy cerca, también, está el Castillo de Argüeso , una fortificación de origen medieval que fue restaurada y abre para visitas guiadas que sirven para entender cómo se vivía en estos castillos entre los siglos XIII y XV. Además, es sede de exposiciones, conciertos, talleres y otras actividades culturales.
Continuando el curso del Ebro, se llega enseguida a Reinosa, una típica ciudad norteña, que data de una aldea con más de mil años de existencia y que fue, y sigue siendo uno de los principales núcleos de vida, cultura y comercio de la zona. Junto a esta localidad, comienza el pantano del Ebro, uno de los de mayor superficie de España, a pesar de formarse al poco del nacimiento de este río, gracias a la aportación de numerosos afluentes que descargan sus aguas recogidas sobre todo de las nieves que acumulan en invierno las montañas de su entorno. Aunque se comenzó a construir en 1921, no fue hasta 1952 cuando se inauguró, con polémica por los pueblos y tierras fértiles anegadas, pero su utilidad ha resultado determinante para el control del caudal y riego de Navarra, La Rioja y parte de Aragón. Puede contemplarse su grandiosidad y su contorno tanto por la carretera que la circunda por su margen izquierda (al norte, que conduce a las poblaciones burgalesas de Corconte y La Población) como por la ribera derecha que pasa por la propia presa, bastante discreta para el tamaño del embalse, y que lleva a Arija (donde se inicia la comarca burgalesa de las Merindades). En Arija, que en invierno apenas conserva 200 habitantes, son famosas sus playas fluviales que se forman en el litoral del embalse en torno a esta localidad y que son muy reconocidas durante la época estival. Carentes de estrellas de mar, se llegan a formar pequeñas olas los días de más viento, y sus aguas son muy cristalinas, por lo que muchos las prefieren a las del Cantábrico. Junto a estas playas fluviales se ubica el Camping Playa de Arija, habitualmente operativo todo el año, ya que cuenta con el gran atractivo de las playas en verano y la cercanía de la estación de esquí de Alto Campoo en invierno, lo que hace que pueda mantenerse abierto con aquellos que tienen que allí tienen durante tiempo prolongado sus caravanas sus caravanas.
Continuando aguas abajo el curso del Ebro, el río se va encajonando entre montañas hasta llegar a Bárcena de Ebro, una del más de medio centenar de poblaciones que integran el municipio del Valle de Valderredible, y que, atravesado por el cauce del Ebro, forman este valle lleno de contrastes, bellísimos paisajes y joyas naturales y culturales. Si te gustan la prehistoria, el románico, los bosques de hayas, las cascadas, el tallado del río que forman cañones, el silencio solo turbado por el murmullo del río o simplemente disfrutar de paisajes increíbles, este valle seguramente sea todo un descubrimiento. Desde Bárcena de Ebro, siempre discurre una u otra carretera en paralelo al río. Por ellas, o a través de la multitud de senderos y rutas poco transitadas que hay en la zona, se pueden ir recorriendo muchos de los rincones atractivos de este valle. Desde lo alto del páramo de La Lora, donde se ubica el Observatorio Astronómico de Cantabria, se contempla una panorámica sin igual tras el precipicio que separa el valle del páramo, tras una pared de vértigo de 450 metros de altura. Abajo, en el valle, discurren un pueblecito tras otro. Teniendo en cuenta que entre las 52 localidades del valle no llegan a los mil habitantes, es fácil sacar la conclusión de que está formado por pequeñas agrupaciones de casas, en la mayoría de los casos, en torno a una iglesia generalmente románica. La más famosa de las construcciones románicas es la Colegiata de San Martín de Elines, declarada Monumento Nacional, que se levantó sobre una iglesia mozárabe del siglo X y se convirtió en colegiata en el siglo XII. Hoy es un conjunto románico con iglesia de una sola nave en tres tramos y un claustro repleto de rasgos de la época que sirve de templo parroquial y donde se celebran actos culturales. También son buenos ejemplos románicos la iglesia de San Juan Bautista, en Villanueva de la Nia, la de San Andrés de Valdelomar, la de San Martín de Sobrepenilla o Santa Leocadia, en Castrillo de Valdelomar. De más antigüedad, se conservan ejemplos rupestres como la ermita de Arroyuelos, construida en la roca, con dos plantas, dos ábsides, dos naves y dos santos; la impresionante cueva natural del Cuevatón, el complejo de San Pantaleón, el de la Peñota y el del Tobazo. Además, en muchos pueblos hay torreones y casonas de los siglos XIV-XVII que muestran el esplendor que tuvo esta zona, y que se conserva de siglos atrás. Junto al atractivo natural que supone el río Ebro, que discurre plácidamente entre alamedas, alisedas y saucedas, lugares como la Cascada del Tobazo, en Villaescusa de Ebro, el Hayedo de Revelillas, el Monte de Bustillo o el Monte Hijedo son dignos de visitar. Desde la llamada capital de Valderredible, Polientes, donde se encuentra el Camping Cantabria, un camping de 2.ª categoría, pero en permanente mejora, con todo tipo de servicios y, seguramente, el mejor restaurante de la zona (aunque cierra los meses de invierno), que es un sitio muy recomendable para dejar la caravana y moverse por el entorno a pie o por las sinuosas carreteras que llegan a los enclaves más recónditos.
Siguiendo el curso del río, al final del valle de Valderredible, y tras pasar Villaescusa de Ebro, comienzan las Hoces del Ebro, se llega a la provincia de Burgos, la carretera se estrecha y tras algunas serpenteantes curvas se accede a uno de los lugares más turísticos y llenos de público: Orbaneja del Castillo, al que denominan pueblo más bonito de Burgos. Desde la misma carretera, se contempla su mayor atractivo: una cascada que cae entre las casas y que parte desde una cueva (la Cueva del Agua) donde mana un arroyo que discurre por su interior y atraviesa la pequeña población para precipitarse unos 25 metros, de manera escalonada entre las casas, hasta alcanzar unas pozas turquesas que terminan desembocando en el río Ebro. Dada la elevada llegada de turistas, el acceso al pueblo está restringido solo a sus habitantes, pero hay aparcamientos en torno a la carretera. Vale la pena ver la cascada y las pozas turquesas, que están junto a la carretera, y también subir las empinadas escaleras hacia el pueblo, donde se pueden ver sus curiosas construcciones y visitar la cueva (de pago). Desde algo antes de llegar a Orbaneja del Castillo, el Ebro discurre por un angosto cañón creando grandes cortados que, adornados con bosques, constituyen un secuencia de paisajes increíbles, que en otoño se tornan aún más espectaculares con los colores que van tomando los árboles de hoja caduca.
El Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón ocupa una extensa parte del norte de la provincia de Burgos, en la comarca conocida como las Merindades. El surco dejado por el río por un serpenteante cañón puede contemplarse desde la altura de los páramos que lo circundan, como en el Mirador del Cañón del Ebro, cerca de Pesquera. Intentando seguir el cauce del río a través de carreteras locales, se van alternando valles abiertos con pequeñas localidades que se distribuyen a poca distancia las unas de las otras, con gargantas y desfiladeros, a los que solo es posible llegar caminando, como el Desfiladero de los Tornos, cerca de Tudanca. Continuando el curso del río, se llega a localidades como Incinillas, Trespaderne y la ciudad medieval de Frías, entre otras muchas.
Dejando ligeramente a un lado el Ebro, en las Merindades se esconden montones de lugares sorprendentes. Posiblemente, el más conocido sea Ojo Guareña, uno de los mayores conjuntos de cuevas que, a lo largo de unos 100 kilómetros de galerías, discurren a través de distintos niveles y laberintos, y que hay evidencias de haber sido ocupadas desde el Paleolítico. La ermita de San Bernabé, cerca de Sotoscueva, se sitúa en una de las principales entradas a estas cuevas y en su interior se contempla su bóveda natural cubierta por pinturas realizadas entre los siglos IX y XVIII. Allí cerca, en Puentedey, se observa cómo este pintoresco pueblo está ubicado sobre un puente natural de piedra bajo el que pasa el río Nela.
En el valle de Valdebezana, cerca de Soncillo, está la aldea de Villabáscones, de la que parte un sendero que forma parte del GR-85, y del que a mitad de camino de Sancibrián sale un ramal a la Cascada de las Pisas, una espectacular caída de agua para ver en época de lluvias, tras un sencillo paseo familiar por un magnífico hayedo. Continuando por curiosas localidades, llegamos al Valle de Losa, donde, sobre una gigantesca peña, se ubica la Ermita de San Pantaleón, uno de los posibles emplazamientos del Santo Grial en la época de las cruzadas. Villarcayo, la capital de las Merindades, es la principal localidad de esta zona, y junto con Medina de Pomar son la excepción entre las cerca de 400 pequeñas localidades que se agrupan en 26 municipios y que apenas albergan 500 habitantes cada una de ellos. Tanto en Villarcayo como en Medina de Pomar se concentran la mayoría de la población y las principales industrias de esta comarca, y donde se fabrican muchas de las famosas morcillas de Burgos. A pesar de contar con su valor histórico y artístico, al tener más tamaño, pierden parte del encanto de los pequeños pueblos que hemos venido recorriendo en esta ruta.